En 2002, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) instituyó el 12 de junio como Día Mundial contra el Trabajo Infantil, para poner de relieve la gravísima situación de los cientos de miles de niños y niñas que realizan trabajos, vulnerando derechos fundamentales como la educación, la salud, el juego y la recreación, entre otros.
¿Qué es el trabajo infantil?
Se entiende por trabajo infantil a toda actividad económica y/o estrategia de supervivencia, remunerada o no, realizada por niñas y niños, por debajo de la edad mínima de admisión al empleo o trabajo, o que no han finalizado la escolaridad obligatoria o que no han cumplido los 18 años si se trata de trabajo peligroso.
La Convención sobre los Derechos del Niño y la Ley Nacional Nº 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, los Niños y Adolescentes constituyen el marco legal para garantizar la promoción y protección de los derechos de la infancia y la adolescencia.
Cuento sobre el trabajo infantil:
El Niño Gigante
Un día llegó
a un pueblo que le pareció un poco especial... toda la gente era muy pequeña.
El niño
tenía mucha hambre y le dieron de comer. Como el niño no encontró a sus padres
en aquel pueblo, dio las gracias por la comida y ya se iba a marchar para
seguir buscando, cuando le dijeron que lo que había comido costaba mucho dinero
y que tendría que pagar por ello. Pero el dinero que tenía el niño no valía
para pagar en aquel pueblo.
Le dijeron
que tendría que trabajar para pagarles su comida. El niño contestó que él no
sabía trabajar porque era un niño. Le contestaron que era demasiado grande para
ser niño y que podía trabajar mejor que nadie porque era un gigante.
Así que el
niño que era muy obediente, se puso a trabajar. Como trabajó mucho le entró
mucha hambre y tuvo que comer otra vez. Y como estaba muy cansado tuvo que
quedarse allí a dormir. Y al día siguiente tuvo que trabajar otra vez para
poder pagar la comida y el alojamiento.
Cada día
trabajaba más, cada día tenía más hambre y cada día tenía que pagar más por la
comida y la cama. Y cada día estaba más cansado porque era un niño.
La gente del
pueblo estaba encantada. Como aquel gigante hacía todo el trabajo, ellos cada
día tenían menos que hacer. En cambio, los niños estaban muy preocupados: el
gigante estaba cada día más delgado y más triste. Todos le llevaban sus
meriendas y las sobras de comida de sus casas; pero aún así el gigante seguía
pasando hambre. Y aunque le contaron historias maravillosas no se le pasaba la
tristeza.
Así es que
decidieron que, para que su amigo pudiera descansar, ellos harían el trabajo.
Pero como eran niños, aquel trabajo tan duro les agotaba y además, como estaban
siempre trabajando no podían jugar, ni ir al cine, ni estudiar. Los padres
veían que sus hijos estaban cansados y débiles.
Un día los
padres descubrieron lo que ocurría y decidieron que había que castigar al
gigante por dejar que los niños hicieran el trabajo pero cuando vieron llegar a
los padres del niño gigante, que recorrían el mundo en busca de su hijo,
comprendieron que estaban equivocados. El gigante ¡era de verdad un niño!
Aquel niño
se fue con sus padres y los mayores de aquel pueblo tuvieron que volver a sus
tareas como antes. Ya nunca obligarían a trabajar a un niño, aunque fuera un
niño gigante.
Idea y texto: J.L. Sánchez y M.A. Pacheco.
Este cuento forma parte de la serie Los Derechos del
niño, cuentos dedicados a ilustrar los principios del decálogo de los Derechos
del niño proclamados por la ONU.
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